Principio Aquaris

Aquaris estaba en mitad del puerto aéreo sentada encima de su equipaje que constaba apenas de una caja de embalaje en la que habían metido sus escasas pertenencias. En la darsena, las naves entraban y salían surcando las nubes como enormes pájaros de madera. Las nubes parecían vapor de agua a esa altura, habían perdido su consistencia de helado y los barcos pasaban entre ellas desapareciendo entre brumas blancas.
Trabajadores elementales de aire se movían con celeridad por la enorme plataforma redonda, transportando cargas de un lugar a otro en un ciclo que parecía no tener fin. Entraban por las puertas ovaladas de los almacenes y salían transportando pesadas cargas, cajones, carretillas y toda suerte de objetos.
En la darsena Aerial el aire era fresco y soplaba con gracia entre los cabellos azules de Aquaris, mientras que en lo alto lucia un sol nítido y claro que parecía un poco mas cercano, calentando la capa azul de Aquaris y bañando de luz los altos picos de la ciudad Aerial en la que se encontraban.
Aquaris se arrebujo en su capa azul celeste y sonrió para si.
Frente a ella, se extendía una enorme calzada de piedra blanca que se extendía hasta llegar al corazón de la ciudad donde se encontraba la fortaleza.
Desde allí la ciudad parecía blanca y dorada, ornamentada con partes metálicas de color oro y platino. Algunas estatuas vestían las calzadas y en otros lugares las ventanas eran vidrieras de colores, y aunque la ciudad parecía blanca y dorada en general a Aquaris le dio la sensación de que era una ciudad llena de colores y encantos.
No sabia si venir al lugar habria sido una buena idea. No tenia mucho dinero y no sabia si encontraría lo que andaba buscando.
Abrió su pequeña bolsita y miro cuanto oro le quedaba. No era mucho, o eso creía ella. Aun no terminaba de acostumbrarse a esas finanzas.
Siempre había querido salir de palacio y ver mundo. El recuerdo la acerco a su antiguo hogar y rápidamente cambio de pensamiento. Había demasiado dolor en el pasado como para que Aquaris quisiera recordarlo.
Busco por la dársena a Auriss con la mirada. Lo encontro hablando con el caminavientos que los había traído al lugar. Cuando finalizo se acerco caminando hacia Aquaris.
Era alto, incluso si hubiese sido un elemental de aire en vez de uno de agua, seguiría siendo alto. Sus hombros eran anchos y tenia una mirada curtida. Bajo su capa del mismo color azul celeste que la de Aquaris se podían adivinar su armadura y las poderosas medidas de su cuerpo.
Aquaris pensó en como había cerrado el trato con el caminavientos, y como gracias a el había podido llegar hasta aquí. No había nada que Auriss no pudiera solucionar, y Aquaris se sentía feliz de tenerlo a su lado.
Sabia prácticamente de todo y la amaba sobre todas las cosas. Aquaris se sentía hermosa y amada cada vez que el la miraba. Y protegida cada vez que caminaba a su lado.
Mientras el estuviese a su lado, nada podía salir mal.
Auriss sonrió mientras se acercaba a Aquaris. Una sonrisa blanca y perfecta. La sonrisa favorita de Aquaris.
Se acerco y se puso en cuclillas para besarla con dulzura.
Después la miro durante unos segundos.

AURISS: El caminavientos dice que nos sera fácil encontrarlo. No hay muchos elementales de fuego en este lugar.

Tras el cariñoso beso de Auriss, mi tristeza y mi preocupación se disuelven en la nada como si jamás hubieran existido, tornandose en una sonrisa esperanzada. Me deslizo con suavidad hasta el suelo, sin dejar de mirarle, sin poder apartar mis ojos de los suyos.
- ¡Oh Auriss realmente no sé qué hubiera hecho sin ti! Espero que podamos hallarle pronto.

Auriss agarro las manos de Aquaris y la levanto con delicadeza pero firmemente.

AURISS: Ven, me han dicho una posada donde creo que podríamos encontrarlo. Es un lugar bastante discreto y si era un antiguo soldado de la guardia real, probablemente a estas horas este bebiendo.

No era una posada como Aquaris recordaba. Mas bien era una plaza repleta de tiendas que parecían ambulantes. Había gente de todo tipo. Vendedores de baratijas, ropa y vino. Incluso danzarines que escupían fuego y juglares que recitaban poesía. En esto ultimo los elementales de aire eran unos grandes genios y Aquaris disfruto escuchándola fascinada, cogida de la mano de Auriss.
En la plaza casi todo era blanco, incluso las personas, ya que los elementales de aire son todos, o la gran mayoría, de piel blanca y rubios cabellos, con unos vivos ojos de color azul celeste.

AURISS: Es curioso, aquí la gente se reúne al aire libre. Esperaba ver un edificio... algo mas parecido a nuestras posadas. Aquí los llaman kioscos.

Uno de los vendedores le dijo algo a Aquaris en aurano, un idioma que ella prácticamente desconocía. Parecía que intentaba venderle unos collares echos de gemas talladas. Eran increíblemente hermosos.

Pero algo llamo la atencion de Aquaris.
En un rincon bajo el porche de la plaza, habia un hombre totalmente vestido de ámbar y con un keffiyeh sobre su cabeza. Este la miraba con intensidad.
Aquaris no le aguanto mucho la mirada, puesto que Auriss lo vio también.

AURISS: Allí... debe ser el.

Ambos se acercaron al extraño desconocido. Cuando estuvieron lo suficientemente cerca comenzaron a notar un calor abrasador. No había nadie cerca de el. A Aquaris no le extraño.

DESCONOCIDO: Perdone si no me levanto su majestad. Mis piernas ya no son lo que eran. Parece que el tiempo en cambio a vos os ha echo un favor.
Que os trae a este remoto lugar princesa Aquaris?

Aquaris noto a Auriss nervioso, y vio que tenia la mano apoyada en el pomo de su espada. Al mirar al desconocido vio que este portaba un arma en el cinto, una espada corta retorcida en la punta. Era una cimitarra, la típica arma que usaban los elementales de fuego, y su mano estaba también en el pomo de su arma, presta a desenvainar.

-No es necesario que os pongáis en pie caballero, continuad descansando. En cuanto a quien soy yo o qué hago aquí, me temo que son asuntos privados. Lamento no poder responder a sus preguntas, mas puedo asegurarle que no buscamos pelea-.
Miro al desconocido con ira contenida, pero tan solo mis ojos denotan mi furia. Respiro hondo tras una breve pausa recordando el motivo de nuestra estancia en Aerial.
- ¿Sería tan amable de mostrarnos su espada?

El desconocido tomo la copa de vino que tenia justo enfrente suyo sobre la mesa. Al instante el vino que había dentro comenzó a burbujear. Se llevo la copa a los labios y el liquido de su interior se quejo como un globo al desinflarse al pasar al interior de su boca. Al dejar la copa en la mesa de piedra de nuevo, esta estaba al rojo vivo.
Tanto a Aquaris como a Auriss se les heló la sangre. Su cuerpo podía estar fácilmente a mas de mil grados, de echo ambos empezaban a sentir como les escocia la cara.
El desconocido desenvaino su espada con tranquilidad mientras los miraba a ambos.
Con un rápido movimiento clavo la espada en el duro suelo de mármol hasta la mitad.
Auriss estaba seguro que ni intentándolo con todas sus fuerzas podría sacar esa espada del suelo, aunque el guerrero de fuego la había clavado como si clavase un palillo en una barra de mantequilla.

HAMMAN: Me llamo Hamman, princesa Aquaris, serví al sultán Abdul antes de que lo asesinaran. Formaba parte de su guardia personal.
Antes de que el sultán muriera tuve el placer de verla desde lejos. Nunca olvidare sus ojos verdes, parecía mas asustada que un gorrión de fuego en un día de tormenta. Sin embargo tanto antes como ahora debo decir que posee probablemente los ojos mas hermosos que estos reinos hayan tenido el placer de ver.
Su majestad no me recordara, pues era un soldado mas a cargo de la protección del sultán.
Y ahora, antes de que saque la espada del suelo y rebane en dos al joven mozo que la acompaña, me gustaría saber porque me estáis buscando. No intentéis disimular, vuestras intenciones estaban claras desde el principio.
No busco problemas, soy un hombre viejo, solo quiero pasar mis días en paz. Pero no me dejare capturar si es lo que pretendéis.

El poco valor que había conseguido reunir para dirigirme a esa formidable criatura de fuego, se desvaneció en el momento en que su pesado sable se clavó frente a mí. La ira dio paso a la inseguridad y ésta al miedo. Una rápida ojeada me bastó para comprobar que no era el arma que buscabamos. Con mi corazón golpeando precipitadamente mi pecho, retrocedo apresuradamente par situarme prácticamente detrás de Auriss.
- Siento el malentendido mi señor Hamman, no es a vos a quien buscamos. Le ruego que nos deje marchar.

El hombre saco la espada del suelo.

HAMMAN: No tengo intención de reteneros en absoluto, solo quiero estar en paz. Ya he visto demasiadas muertes a lo largo de mi vida. Ambos hemos perdido mucho, no le guardo rencor a los elementales de agua.
Apenas sois dos jóvenes sin patria, si no vigiláis bien lo que hacéis al final alguien con menos escrúpulos que yo os acabara ensartando en una espada.
Lo que no entiendo es porque estáis tan lejos del mar, según tengo entendido, en el mar de las corrientes negras aun quedan elementales de agua. Acaso sabe alguien que seguís con vida?
Quizás algún noble de alguna casa os acogería si le pidieseis protección. Es mejor que vagar por un mundo tan peligroso como este, chiquilla.
Y si se puede saber, que espada estáis buscando?

Todavía con el corazón golpeando mi pecho como si luchara por salir de él, observo en todas direcciones, sintiendo como si miles de ojos asesinos atravesaran mi espalda. Pero finalmente mi mirada se posa de nuevo en Auriss buscando esa sensación de seguridad y tranquilidad que él me otorga.

- El anonimato y mi buen protector son sin duda los que aún me mantienen con vida. De modo que os agradecería que todo esto no saliera de aquí. Como vos bien decís, podría alojarme con los míos ¿pero hasta cuando?. Si fuisteis uno de los guardias del sultán Abdul, conoceis bien la espada que busco y quizá a su portador. Un sable completamente negro. Teneis razón, necesitamos ayuda, su ayuda.-digo en voz baja, casi susurrante.

El rostro de Hamman cambio súbitamente al de la mas pura sorpresa.
"Un sable negro..."
No sabia muy bien que pensar de aquellos dos chiflados.
Primero lo abordaban sin mas, aun sabiendo que los elementales de agua y fuego eran acerrimos enemigos, y ahora preguntaban por esa espada, una espada que el conocía bien.
Hamman guardo silencio durante unos instantes. Aquaris y Auriss notaron como el calor que desprendía su cuerpo iba menguando.

HAMMAN: Hace mucho tiempo que perdí la pista de esa espada...

Hamman comenzó a recordar. No eran recuerdos agradables, eran pesadillas envueltas en brumas, el día en que toda su vida cambio por completo.

HAMMAN: Os contare cuando fue la ultima vez que vi esa espada, pero no sera una historia de mi agrado...


"El Sultan Abdul estaba en lo alto de la colina en una cornisa de piedra con su corcel de fuego. Su aspecto era imponente, como el de un dios presto para le guerra.
El viento hacia ondear sus ropajes de un hermoso color rojizo, y su armadura resplandecía de cobre y oro al reflejar el sol. En su cinto portaba el afilado, esbelto y alargado sable que era la insignia de la casa del fuego.
En la funda negra, del mismo color que la hoja se podian leer todos los nombres labrados en blanca plata de los predecesores del Sultán Abdul. Era una obra magistral de diseño y no solo eso, sino que ademas había sido forjada en acero abyssal, un metal tan denso y pesado que resultaba prácticamente imposible de forjar, y por lo tanto casi imposible de destruir.
Decían que la espada nunca necesito ser afilada aunque tenia mas de mil años de historia tras de si, y que cortaba tan bien como el primer día.
Sin embargo la espada resultaba completamente inútil en manos inexpertas, pues debido a su densidad, la espada pesaba mas de una tonelada. Solo un verdadero señor del fuego podía empuñarla de forma competente.
Hamman miro al resto de la compañía.
Otros ocho guerreros mas habían seguido al sultán hasta esa colina. Junto al Sultán estaba su hermano Talid, y en el caballo del sultán, un pequeño elemental de fuego se agarraba a su padre.
Hamman no sabia el nombre del pequeño ya que su padre era reacio a mostrarlo en publico por algún extraño motivo. Todos en palacio pensaban que era un niño sobre protegido y consentido al que sus padres tenían en una extraña burbuja.
Nunca salia de palacio y el echo de que estuviese allí, reconfortaba a Hamman, que sentía que debía ser una batalla fácil.
Bajo esa colina habían dos ejércitos, uno de agua y otro de fuego en medio de una encarnizada batalla.
Las negociaciones habían fracasado, y aunque solo se trataba de una disputa fronteriza, la cual Hamman no entendía, solo sabia que debían defender su honor y sus tierras. Sabia que todos y cada uno de los soldados del sultán lucharían hasta el final.
El príncipe Talid giro su caballo y se encaro al Sultán.

TALID: Desde aquí tenemos mejor vista mi señor, y podemos dar las ordenes pertinentes a los guardias que nos acompañan. Ellos a caballo, pueden ser nuestras voces en el campo de batalla.
Con esta ventaja estratégica tenemos la victoria asegurada.

Abdul simplemente observaba el campo de batalla.

Unos instantes después, el consejero del príncipe, Almanzor, llego con su corcel de fuego.
Almanzor era un tipo que le ponía los pelos de punta a toda la corte real. Era alto y de complexión delgada y siempre portaba una túnica de color azul oscuro como la noche cerrada que le cubría todo el cuerpo.
Nunca dejaba ver su rostro ni sus manos que permanecían siempre ocultas por una mascara y unos guantes, todo ello de color blanco.
La gente decía que por las noches se escuchaban lamentos y extraños sonidos que provenían de sus aposentos, y que era un oscuro hechicero sin corazón.
Y Hamman creía con devota fe todas aquellas historias que se le antojaban demasiado reales para su gusto.

El rey no se giro para ver al nuevo acompañante.
Uno de los soldados se acerco al rey.

SOLDADO: Mi señor alguna orden.

El Sultán no contesto.

Sin saber porque el ambiente se había vuelto tenso, no estaban luchando algo impropio para los elementales de fuego, mucho mas para el Sultán y ademas la presencia del consejero del principie no estaba clara en aquel justo momento, pues el no era un guerrero.
Talid lo observo durante unos instantes.

TALID: Pensé que no vendrías.

ALMANZOR: Tuve que encargarme de unos guardias.

TALID: Donde esta la princesa?

ALMANZOR: En las mazmorras como os prometí. Nadie la volverá a ver jamas.

Hamman noto una sensación que subía por su vientre hasta su garganta y no lo dejaba respirar. Era una conspiración, el rey iba a morir ante sus ojos. Pero lo peor era el tono de ambos, hablaban como si discutiesen en que lugar deberían colocar un jarrón, con tono tranquilo y sosegado.

Almanzor se quito la mascara y Hamman no dio crédito a sus ojos, era un elemental de agua. Un elemental de agua que podía pasearse tranquilamente por el hogar de los elementales de fuego, uno que resistía el calor y no moría abrasado. Un ser poderoso. Probablemente un diablo enviado del averno.

Al grito de traición y herejía, los soldados desenfundaron sus armas y se lanzaron al ataque, para defender al sultán que seguía ensimismado contemplando la batalla que se desatollaba abajo a lo lejos.

Unas nubes negras salidas de ningún lugar envolvieron al consejero y a los fieros guerreros de fuego.
Hamman horrorizado se acerco al sultan.

HAMMAN: Mi señor debéis huir de inmediato, vos y vuestro hijo.

El sultan se giro y con un brazo dejo a Shalazar en el suelo. Con el otro desenfundo su espada.
Se dirijo a su hermano

ABDUL: Siempre supe que tenias el corazón retorcido de oscuridad. Debí haberte matado hace mucho tiempo.

Talid lo mirava triunfante con una sonrisa de lobo en la cara.

TALID: Pues llegas tarde, ahora yo tengo el poder.

Los ojos de Talid refulgían delirantes mientras miraba a su hermano.

ABDUL: Que es lo que le has ofrecido a cambio al brujo? Dinero, Mujeres...? Tierras, poder... porque has cambiado la vida de tu hermano? Dímelo Talid, ?que ha sido?

De la nube negra salio uno de los soldados y la visión horrorizo a Hamman que desmonto del caballo y le tapo los ojos a Shalazar, el hijo del sultán.
El hombre había perdido casi toda la carne de su cuerpo como si se hubiera sumergido en ácido y se arrastraba por el suelo abrazado por la lenta agonía de la muerte. Solo era una calavera parcialmente cubierta de carne que miraba con dos ojos desnudos, sin parpados. Unos ojos confundidos que entendían porque estaban muriendo.
De entre las oscuras y serpenteantes nubes negras surgió la figura de Almanzor montando triunfante sobre su caballo. En su rostro no había expresión alguna.
Desmonto el caballo con tranquilidad mientras miraba fijamente al Sultán Abdul. Después reparo en la lastimosa presencia del soldado que intentaba escapar de la muerte palmo a palmo arrastrándose por el suelo de rocas.
Se acerco a el mirándolo fijamente, y después levanto su bota y le aplasto el cráneo liberando el contenido de su interior por el suelo con un horrible crujido.

Hamman estaba aterrorizado, no sabia que hacer. Reparo que el niño que había entre sus brazos, estaba firmemente agarrado a el, como si fuese su ultima esperanza en la tierra. Y probablemente lo fuera. Tenia que salvarlo, solo era un infante, no tenia culpa de nada, si apenas había vivido. Pero no sabia que hacer, y el reloj corría en su contra.

Talid por fin rompió el silencio con una sonora carcajada.

TALID: Darle? Prometerle? Que podría yo ofrecerle a un ser que ya lo tiene todo.? No hermano, yo no tengo nada que el quiera. Haces las preguntas equivocadas. Seria mucho mas justo decir que tienes tu que el quiera. El mundo esta cambiando y el es el heraldo del nuevo mundo. Mi señor de la oscuridad reinara sobre todos, y a cambio de mi ayuda yo viviré para ver muchos mas días. Pero tu camino hermano se acaba aquí.

Abdul adopto una expresión serena mientras hablaba.

ABDUL: O hermano mio, como siento que hayas caído tan bajo. Ya nunca nos volveremos a ver, nunca olvidare los momentos en los que cuidaba de ti en palacio cuando solo eras un niño y madre nos contemplaba jugar y reír desde el balcón de los jazmines. Y a mi hermana, que los dioses la protejan siempre pues la dejo sola en este mundo con un monstruo. Prométeme que mi hijo no sufrirá cuando acabes con su vida...
Les he fallado a todos, incluso a mi mujer, la mas hermosa flor del desierto, que ahora moría por mi culpa, por no ver la oscuridad que crecía a mi alrededor.
Darle? Prometerle...?
Le has vendido tu alma al diablo, no puedo darle nada a este oscuro brujo en contra oferta.

Por las mejillas del Sultan comenzaron a resbalar lagrimas.

Abdul cargo sobre su caballo espada en mano hacia su hermano.
El joven Shalazar, cuyo nombre desconocía Hamman se escabullo entre sus brazos y salio a toda prisa corriendo tras su padre.

SHALAZAR: Padre!!

Hamman intento pararlo tan rápido como pudo.

HAMMAN: Vuelve chico!!

Cuando el Sultan Abdul estuvo lo suficientemente cerca, el brujo Almanzor hizo un gesto con las manos y las negras brumas que aun habían a su espalda salieron desbocadas al encuentro del Sultán como un torrente de oscuridad.
Las negras nubes dejaron al descubierto los cadáveres calcinados de los soldados del Sultán, retorcidos en un grotesco gesto de agonía y dolor.

Las nubes recorrieron con celeridad los metros que las separaban de su objetivo y se estrellaron contra el Sultan y su caballo.
Jinete espada y montura salieron disparados en direcciones opuestas al recibir el fiero impacto.

El caballo de fuego salio volando y paso por encima de el pequeño Shalazar para caer reventado sobre Hamman.
La espada del sultan callo a unos metros de Shalazar, y Abdul se estrello contra el suelo con un sonido sordo.
Cuando Abdul toco al suelo ya estaba muerto. Sus ojos estaban cerrados para siempre.
Shalazar lo miraba con los ojos anegados de lagrimas.
Y con ese acto irreversible, Shalazar quedo huérfano de padre a los tres años de edad.

Almanzor se acerco al cadáver de Abdul y puso si mirada inexpresiva sobre el. Hamman lo contemplaba horrorizado.
Al manzor se quito el guante derecho y poso su mano sobre el cadáver a distancia de un metro sobre el cuerpo de Abdul, y un torrente de fuego salio del cadáver hacia su mano.
Hamman contemplo como la mano de agua de aquel ser cambiaba para transformarse en una mano de fuego.

Por primera vez vio Hamman que el rostro de aquel ser nauseabundo cambiaba, una tenue sonrisa asomo a su cara mientras inspeccionaba su mano con alegría. Pero esa sonrisa duro muy poco. Almanzor miro hacia atrás de Hamman y su rostro cambio al asombro, después a la irritación y a la ira.
Hamman movió su cabeza para intentar ver que es lo que había perturbado de esa manera a Almanzor. Y lo que vio lo dejo igual de perturbado que al brujo.
Sus ojos simplemente no daban crédito, lo que estaba viendo era imposible. Simplemente no podía estar ocurriendo.
Debía ser todo un sueño, despertaría pronto y estaría en su camastro en palacio y todo volvería a ser como antes.

Tras Hamman había un surco de unos cuantos centimetros de profundidad en la tierra, era al surco que Shalazar había dejado al arrastra la espada de su padre que pesaba mas de una tonelada, y la había arrastrado hasta el borde de la cornisa de piedra.
La sostenía jadeando en una de sus pequeñas manos.
Hamman vio al pequeño perfilado al borde de la cornisa, su cabello estaba suelto y bailaba con el viento abrasador del desierto confiriéndole un aspecto salvaje, sus ojos no expresaban miedo como cabria esperar, o dolor, u odio, o algo plausible en su situación. Sus ojos estaban fijos en una mirada de determinación, y en ese momento Hamman supo que el chico no iba a morir allí, fue una certeza absoluta, como cuando la alborada asoma y todos saben que el sol saldrá y su calor esta próximo.

Almanzor dio un paso al frente. Su voz salio dulce como una melodía. Era una voz hermosa.

ALMANZOR: Entrégame esa espada chico.

Y le hizo un gesto con la mano para que se acercase.
Pero el niño no se movió, y siguió mirándolo con la misma cara. Una mirada que a Almanzor le parecía demasiado insolente.
Almanzor alzo las manos para conjurar y en ese instante el chico grito con todas sus fuerzas...

SHALAZAR: SHAMBALA!!!

De la nada una pequeña salamandra de fuego del tamaño de un perro grande apareció sobre las espaldas del brujo. Se aferro a el por la espalda y el brujo intento zafarse de ella, pero la criatura aun siendo un retoño poseia mas fuerza que el brujo.
Le mordió la oreja con todas sus fuerzas y el brujo grito y se retorció de dolor. Finalmente la aparto de si con un brusco empujón.
La pobre Shambala callo al suelo y corrió junto Shalazar con las escamas de la espalda erizadas y gruñendo. Tenia la boca cubierta de sangre azul de elemental de agua, lo cual le dejo una buena herida.
Cuando el brujo aparto la mano de su oreja, Hamman vio que le faltaba mas de media oreja.
Almanzor torció su rostro en una desagradable mueca de odio.

ALMANZOR: Desgraciada criatura, te voy a retorcer el cuello! Y a ti pequeño te obligare a ver como la mato, después os colgare de una muralla bien alta para que vuestros cadáveres se pudran al aire fresco.

Shalazar tiro la espada por el precipicio. Y después se arrojo el junto con Shambala.
Almanzor grito de ira al verlos desaparecer.

Cuando este se acerco al precipicio solo pudo ver un río de lava abajo a lo lejos. Pero no había rastro del chico la espada o la salamandra.
Hamman sabia que sin la espada, símbolo de la casa real, Talid nunca seria sultán, y aun si se convertía en sultán por la fuerza, el pueblo nunca lo aceptaría como tal, pues sin el símbolo de la casa del fuego colgando de su cintura nunca seria un señor digno de reinar.
Ambos estaban de pie Talid y Almanzor contemplando el lugar de la caida.

ALMANZOR: Nadie puede sobrevivir a una caída así. El chico ha muerto. Llama a los soldados hay que encontrar la espada, que la busquen noche y día, que mueran de inanición si es preciso pero encuentrala! O esta no sera la ultima muerte de la casa real del día.

Talid se giro y miro a Hamman.

TALID: Que hacemos con el mi señor?

ALMANZOR: No tenemos tiempo que perder, no tiene caballo y tiene las piernas rotas, déjalo el desierto se encargara de el.

Ambos se marcharon y dejaron al soldado bajo el caballo, rodeado de muertos en mitad de un desierto.

Hamman contemplo la copa de vino durante un largo periodo de tiempo.

HAMMAN: Me arrastre por el desierto durante días. Al final el señor todo poderoso se apiado de mi y envió a unos nómadas que me encontraron medio muerto en mitad del desierto. Ellos me trajeron hasta Bastión, y el resto es historia.
Talid le dijo a su hermano Abdul que desde allí verían mejor el combate y podrían dar mejor las ordenes, nosotros sus guardaespaldas teníamos que ir a caballo asta los ejércitos para enviar las ordenes que nos dictarían.
Una trampa estúpida y absurda, no quería tener testigos.

Una espada negra...? No princesa del mar, no mi querida niña. Lo que estas buscando es una salamandra de fuego. Posiblemente la única domesticada del mundo, pues esas criaturas son todas unas fieras salvajes y muy peligrosas.
El sultán se la regalo a su hijo el día de su tercer cumpleaños.
Hay dios mio, que buen guardián busco Abdul para su hijo, no cabe pensar en uno mejor ni mas fiel.

Los ojos de Hamman se habían vuelto tristes. y parecía mucho mas mayor que al principio.

Sin apartarme ni por un segundo de la figura protectora de Auriss, paso mi brazo por detrás de su cintura, buscando una vez más esa seguridad que únicamente  siento a su lado.
- Conocía el rumor de que había sido un elemental de agua quien mató a vuestro sultán. Pero siempre pensé que era solamente eso, un rumor. Porque el rey del agua nunca ordenó tal cosa-.
Mi rostro se dulcifica y durante un breve instante sonrío inocentemente a Hammam.
-Tal vez sea mejor intentar dejar el pasado atrás. Os agradezco vuestra ayuda caballero y si consigo mi propósito, tened por seguro, que no lo olvidaré. Buscaré esa salamandra de fuego y a vuestro príncipe.

Aquaris se alejo junto con Auriss, tenia una sensación extraña. De alguna manera toda esa historia le había echo entristecer. Porque había pasado todo aquello? porque le habían jugado esa mala pasada los dioses? Hace apenas cinco años estaba en su palacio, con su familia, visitando a Auriss por las noches a hurtadillas para que su padre no se enojara.. Era feliz, pero eso se había acabado.
Ahora necesitaba aliados, gente que le ayudara a recuperar sus tierras perdidas, porque solo ella podía recuperarlas. Ya no había padre, madre o hermano para hacerse llamar señor del agua. Solo ella.
Su primera opción era ese elemental de fuego del cual no sabia nada, ni siquiera si seguía con vida. Pero si era así ella lo encontraría, seguramente no estuviera muy de acuerdo con la situación actual, incluso quizás la ayudara, quien podría saberlo. Lo cierto es que teniéndolo de su lado podría actuar como un faro, y al ver si fuego quizás otros mas vinieran.

Aquaris paso en silencio junto Auriss por las columnas del quiosco pensativa. Atrás quedaba Hamman en compañía de su copa.
Hamnan jugo con el contenido chisporroteante de su copa. La mecía en sus manos.
Alzo su vista para ver como los dos jóvenes desaparecían entre la multitud.

HAMMAN: Buena suerte hija del mar...


Era ya casi medio día, el sol brillaba en su cenit y Aquaris esperaba sentada a que Auriss terminase de hablar con el Caminavientos.
Finalmente le hizo un gesto para que se acercara.

Al llegar contemplo el pequeño bote de madera. Tenia una vela de mas de cinco metros y otra mas pequeña detrás. En sus costados habían dos especies de alas de madera y tela de luz de luna que brillaban de color plata. La envergadura total de la nave no debía ser mas de seis metros.
Aquaris volvió a preguntarse como los elementales de aire harían volar pequeñas barcas y grandes barcos por el cielo.
Auriss le hablo nada mas llegar mientras el CaminaVientos desataba cabos y ponía a punto su partida.

AURISS: No tenemos mucho mas que hacer aquí Aquaris. No se por donde empezar a buscar, de momento he cerrado un trato para viajar a Bastión. Es el lugar mas cercano, podemos descansar unos días allí y pensar en cual sera nuestro próximo paso.
Estas bien Aquaris?

En mi cara se dibuja una sonrisa con una nota de tristeza.
- No es nada... sólo que... esa historia que nos ha contado Hamman, me ha hecho recordar cosas tristes, cosas de las que preferiría no acordarme. Y además me asusta que me haya reconocido. No sé hasta qué punto puedo confiar en que no dirá nada-.
Tomo con cariño la mano de Auriss.
-Tienes razón Auriss, será mejor que nos vayamos de aquí.

Auriss la miro con cariño.

AURISS: No debes preocuparte por eso, muy poca gente te conoce, ten en cuenta que no has salido mucho de palacio. Aunque seria mucho mas seguro si adoptases otro nombre.

Me acerco a Auris y le abrazo fuertemente. El contacto con su cuerpo, una vez más, produce en mi la sensación de estar rodeada por una barrera invisible que se interpone entre el mundo y nosotros.
-¡Oh Auriss! ¿Por qué ha tenido que pasar todo esto? Ya ni siquiera puedo utilizar mi nombre. Ese nombre que con tanto cariño me pusieron mis padres. Pero tienes razón, debería pensar en uno nuevo, al menos hasta que le encontremos y veamos si desea y puede ayudarnos-.
Después me separo un poco y levanto la mirada para ver el rostro de Auriss, mientras por mi mejilla corre una fina lágrima que termina por caer sobre mi ropa.
-A partir de ahora podría llamarme Hydria. ¿Te... te gusta?-

Auriss miro con ojos de ternura y comprensión a Aquaris.

AURISS: Si lo llevas tu, entonces es el nombre mas bonito del mundo.

Después la beso con cariño y la agarro de la mano.

AURISS: Ven, vamos, tenemos que subir al barco. Seguiremos hablando allí.

Ambos comenzaron a andar hacia el barco aereo del caminavientos.

(Si quieres hacer algo mas puedes hacerlo antes de que parta el barco, si no, paso a la siguiente escena.)

Antes de subir al barco, echo una breve mirada hacia atrás intentando grabar en mi mente la belleza de aquellos edificios dorados.
- Me alegro de que hayamos encontrado al menos al soldado y de tener una nueva pista. Será difícil hallar a ese elemental pero contigo a mi lado siento que nada es imposible-.
Acaricio la mano de Auriss y subo con él a bordo del caminavientos.

Abordo del camina vientos Aquaris tuvo la sensación de estar en un barco de verdad sobre el mar. Se mecía con el viento como un barco convencional.
El viaje fue corto. No tardaron a lo sumo mas de unas tres horas.
Cuando llegaron a Bastión, Aquaris contemplo la ciudad de piedra desde el aire. Era un lugar fuertemente amurallado, con casas altas y cuadradas de tejados triangulares. En el centro de la enorme ciudad diviso una plaza de proporciones igualmente colosales con una fuente en medio. Algunas casas parecían bloques sólidos de piedra vaciados por dentro y tallados para parecer casas, otras parecían construidas con enormes piedras encajadas entre si. La ciudad entera tenia aspecto de estar echa para durar mas de mil años.

Aterrizaron en una suerte de altiplano artificial a modo de pista de aterrizaje para los Caminavientos y bajaron por una escala hacia el suelo.
Auriss pago al Caminavientos y se reunió con Aquaris.

AURISS: Bueno quieres descansar? o prefieres ver un poco la ciudad antes de buscar una posada.? Quizás comer algo?

Sonrio a Auriss tan pronto como vuelve a mi lado.
-Podríamos comer algo y luego ver un poco la ciudad, a no ser que tú estés cansado. Yo he descansado bastante en el caminavientos-.
Saco de nuevo mi pequeña bolsita de oro y lo cuento una vez más.
-¿Tendremos suficiente para todo? ¿Que haremos cuando se acabe?

Auriss miro con ojos conmovidos a Aquaris.

AURISS: Nunca se acabara, te lo prometo.

La beso con ternura y después la cogió de la mano.

Unos pocos minutos mas tarde estaban sentados en una posada. Auriss hablo en Terrano con el posadero, un abultado elemental de tierra con una barriga prominente y una barba larga y gris.
Aquaris quedo fascinada escuchando hablar en terrano a Auriss, no tenia ni idea de que pudiera hacer tales cosas. En palacio le habían intentado enseñar idiomas, pero nunca había podido terminar de pulir sus habilidades, le costaba mucho entender a los que hablaban otra lengua, y no solo eso, memorizar todas las nuevas palabras se le antojaba un mundo. Pero Auriss lo hablaba casi con fluidez.
Aquaris miro a Auriss por unos instantes.
Acaso había algo que su prometido no pudiera hacer?
Aquaris deseo que llegara la noche para poder refugiarse en el calor de su amado y sentirse reconfortada y protegida.

(Estas en una posada, sentada en una mesa mirando embobada como Auriss habla en otro idioma con el posadero, no tenias ni idea de que Auriss pudiera hacer eso, y te parece cada vez mas que Auriss puede hacer cualquier cosa. Que haces?)

Durante unos breves instantes trato de poner atención a las conversación que mantiene Auriss con el posadero, aún maravillada por las dotes de mi prometido. Pero finalmente y debido a que mi comprensión resulta ser prácticamente nula, mi interés se desvía hacia el resto del local. Sin moverme de mi sitio echo una rápida mirada alrededor.
Tan pronto como Auriss termina de hablar con el posadero, vuelvo a mirarle con cara de sorpresa.
-¿Como lo haces?. A mi siempre se me ha dado fatal hablar otras lenguas. Son demasiadas palabras y difíciles de recordar. ¿Que le has dicho?.

Auriss miraba como el camarero les servia la comida. Era un estofado de algún tipo de animal terrestre. Olía muy bien.

AURISS: Le he preguntado varias cosas. Primero de todo a donde podemos encontrar un herrero.
No quiero que te asustes pero necesitas un arma. Nunca se sabe lo que puede pasar y me gustaría que tuvieses una. Solo por si acaso, me quedaría mas tranquilo.
Lo segundo que le he preguntado es si conoce a algún elemental de fuego. Me ha dicho que hay un grupo de ellos. Tocan en la plaza de Bastión, son un grupo de músicos nómadas. Deberíamos probar suerte, aunque no creo que ninguno de ellos sea nuestro hombre.
Y bueno si no... pues no pasa nada, hace mucho tiempo que no bailamos juntos. Me encantaba verte bailar cuando hacia guardia en el palacio. Estabas preciosa.

Siento como el rubor recorre mis mejillas mientras mi mente viaja fugazmente al pasado, reviviendo aquellos maravillosos momentos.
-Tienes razón, parece que ha pasado una eternidad desde la última vez que bailé contigo. ¡Me encanta la idea, será estupendo!-.Digo mientras le sonrío llena de felicidad.
Pero poco a poco mi cara vuelve a ponerse con una expresión seria y casi triste.
-En cuanto al arma... Yo no sé utilizar ninguna. Sabes que no soy precisamente una guerrera.